Los sistemas defensivos en las grandes selecciones de balonmano

Si hacemos un recordatorio de las selecciones que han marcado época, generalmente nos viene la imagen del funcionamiento de un sistema defensivo sincronizado. Los miembros de ese conjunto dominaban a la perfección los movimientos necesarios, en sus más pequeños detalles, hasta el punto de parecer una máquina totalmente engrasada. A cada dificultad ofensiva aparecía una respuesta defensiva. Pero siempre desde el mismo dibujo táctico. La variabilidad de los sistemas defensivos no era una característica reseñable. Se distinguían por ser fieles a su organización defensiva y mantenerla contra viento y marea. Eso les hacía reconocibles y, en muchos casos, su recuerdo ha perdurado en el tiempo y han creado escuela para posteriores seguidores.

En la década de los 80 hubo una selección que se distinguió del resto, tanto por su rendimiento como por la originalidad de su aportación defensiva. La Yugoslavia de Vujovic, Vukovic y compañía marcó distancias gracias a su enorme talento balonmanístico. Pero también dejaron un legado en la parcela defensiva, la utilización de un sistema defensivo que aplicaron con gran maestría: el 3:2:1. Fue la seña de identidad de esa selección y las posteriores copias tuvieron difícil igualar el rendimiento.

Posteriormente llegaron los años 90 y los primeros del nuevo siglo. Fue el momento estelar de la selección de Suecia masculina, que acumuló 13 medallas en los grandes torneos internacionales. Era la gran dominadora, en gran medida debido a su rendimiento defensivo, un sistema defensivo 6:0 que generó muchos adeptos. Un sistema que aplicaron durante toda una década.

Grandes equipos defensivos

En esos años, dentro del ámbito nacional, pudimos disfrutar en nuestra liga de un equipo en el que también era muy reconocible el sistema defensivo que pondrían en juego en cada partido. El F.C. Barcelona de la década de los 90 usaba de una manera habitual el sistema defensivo 5:1, sistema que poseía numerosas variantes para adaptarse a las propuestas ofensivas, pero que, en definitiva, mantenía el mismo esquema táctico durante todo el partido.

Estos grandes conjuntos parecían transmitir la idea de que para reinar en la élite había que especializarse en un sistema defensivo hasta dominarlo a la perfección. Seguía sin aparecer la variabilidad de los sistemas defensivos.

No es el momento de profundizar sobre el funcionamiento de cada uno de estos dibujos tácticos. Ya se ha hecho en muchas ocasiones por gente muy cualificada. Lo que quiero resaltar para el propósito de esta lectura es el hecho de que todos esos conjuntos mantenían un denominador común: la fidelidad a un sistema defensivo que aplicaban en todos sus enfrentamientos, independientemente del rival. Sólo se variaba el sistema defensivo cuando no estaba funcionando. Y, a veces, ni aún así. También tienen un segundo punto de unión: el funcionamiento reactivo. Durante muchos años, las respuestas defensivas buscaban oponerse a los movimientos ofensivos para neutralizarlos. Pero el hecho de tener que reaccionar siempre les ponía un instante por detrás del ataque.

Principios para la evolución de los sistemas defensivos

La evolución de los sistemas defensivos comenzó con la idea de que la defensa debía anticiparse al juego ofensivo. Se debía crear el escenario que le fuera propicio para tomar ventaja sobre los atacantes. Comenzaron a desarrollarse los comportamientos activos en la defensa, buscando generar mayores dudas al ataque para recuperar la posesión del balón antes de producirse el lanzamiento. Se trataba de dar la vuelta a la iniciativa del juego.

Quizás un primer paso fue el hecho de que aparecieran equipos que dominaban más de un sistema defensivo, de manera que cuando no estaba rindiendo como se esperaba el planteamiento inicial, se cambiaba la organización para encontrar soluciones. Sin embargo, este primer eslabón evolutivo mantenía la filosofía de dar respuesta al comportamiento ofensivo, y si no era efectivo, cambiar la propuesta.

Román (2016) resalta este hecho cuando expone la idea que debe marcar la evolución de los sistemas defensivos: “Intuir e interpretar el juego de ataque para anticiparse en defensa”. Este desarrollo puede alcanzarse, según el autor, aplicando tres principios: “alternar las ideas, los comportamientos y las estructuras defensivas es el camino que asegurará el progreso del juego”. Esta filosofía lleva a la necesidad de considerar un nuevo tipo de defensas, que las denomina “defensas alternativas”, cuyo concepto abarca “no solo el hecho de las variaciones de las estructuras colectivas (sistemas de juego defensivos) sino igualmente opciones de funcionamiento dentro del propio sistema que conllevan variantes flexibles en puntuales comportamientos tácticos”. Pero como bien dice en su escrito, hasta el momento parece que este debate está más activo en el marco teórico que en los terrenos de juego, es decir, hay pocas aplicaciones prácticas en la competición.

Modificación de los sistemas defensivos para la toma de la iniciativa en el juego

Como no podía ser de otra manera, una vez más la escuela española está a la vanguardia mundial. En el último campeonato de Europa, nuestro seleccionador Jordi Ribera dio un auténtico máster de la alternancia del uso de los sistemas defensivos. No para responder al rival, ni tan siquiera buscando la mejor propuesta en función de las características del conjunto al que se enfrentaba, sino como principio para la toma de la iniciativa del juego. Fue una buena muestra de como aplicar la variabilidad de los sistemas defensivos para lograr la iniciativa del juego.

En más de un partido sorprendió a todos comenzando con una estructura defensiva distinta a la esperada. Era el primer paso para tomar la iniciativa. El conjunto contrario había hecho un planteamiento del partido esperando un tipo de defensa y se encentran con otro distinto. Primer desconcierto. Pero como el púgil experto que sabe cuando debe lanzar el golpe definitivo para noquear al rival, uno de sus éxitos se basó en la modificación de las defensas cuando intuía que el equipo contrario se estaba adaptando, aunque el sistema defensivo propio estuviera funcionando bien, como fue el caso. Con esa variabilidad defensiva se buscaba dificultar la búsqueda de soluciones ofensivas.

Esta podría ser una de las líneas a seguir, dominar varios sistemas defensivos para aplicarlos con la intención de evitar la adaptación ofensiva, no como respuesta a una falta de rendimiento. Una propuesta arriesgada para los que piensan que no hay que tocar lo que funciona bien, pero necesaria si se quiere estar un paso por delante de los demás.

Variabilidad del sistema defensivo

Pero, últimamente, están dándose cada vez más otro tipo de respuestas que considero de gran interés en la línea que comentábamos anteriormente, que los atacantes tengan las mayores dificultades para adaptarse a la defensa por no tener certeza de la respuesta que van a encontrarse. Son esos comportamientos defensivos en los que, dentro de un mismo ataque, se modifica la estructura defensiva ante unos determinados movimientos.

Aunque estas ideas ya se vieron hace tiempo. Igor Vori fue un buen ejemplo de esta casuística. Cuando actuaba como avanzado y ante las circulaciones de algunos jugadores transformaba el sistema defensivo bajando a defender en un 6:0. En el vídeo siguiente se pueden ver varios casos en los que el ataque comienza ante un sistema defensivo concreto y este es modificado durante esa acción, creando una mayor incertidumbre.

Variabilidad durante una acción ofensiva

Si el objetivo es conseguir que nuestro rival tenga las mayores dificultades posibles para adaptarse a nuestra defensa es necesario dar un paso más. En este último caso se ve como hay equipos que modifican su estructura espacial defensiva ante determinados movimientos ofensivos. Pero un adecuado análisis del juego permitiría detectar esa respuesta y, por tanto, tener preparada la solución, perdiendo la capacidad de sorpresa. Si siempre respondo de la misma manera, aunque sea modificando el sistema defensivo, el rival ya conoce el escenario siguiente y puede preparar la solución.

Se trata de que no sepan con certeza cuál va a ser la actividad defensiva ante un mismo movimiento. Igual que el juego ofensivo busca tener diferentes opciones ante una misma situación, los defensores pueden, y deben, tener alternativas diferentes ante un mismo hecho, y que el ataque no sepa cuándo va encontrarse una respuesta u otra. Un ejemplo de este comportamiento son las respuestas del F.C. Barcelona ante las circulaciones de los extremos. Unas ocasiones el exterior responsable del jugador que circula se mantiene cerca del área de portería para defender el 2×2 con su lateral. En otras adquiere profundidad para defender en dos líneas y responsabilizarse del lateral. Y en otras, el exterior pasa a defender en el puesto de avanzado modificando el sistema defensivo.

Tres posibles respuestas ante un mismo movimiento ¿Cuál es la respuesta que se esperaba en ese momento en el ataque? Eso es lo que debe buscar la defensa, poder anticiparse en esos instantes que causan la incertidumbre ofensiva por la variabilidad de la actuación defensiva.

Referencias bibliográficas

  • Román, J.D. (2016). Evolución del juego en defensa en balonmano: hacia las defensas alternativas como concepto. Journal of Sport Science, 12,3.

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